No podía dejar de pensar en esa joven que acababa de ver, me impactó bastante su belleza. Era una trigueña de pelo negro azabache, ojos color miel, y con una sonrisa hermosa. Su piel era impecable, sin una sola tacha. Mi amado padre nos invitó a conocer a los vecinos y como es de entender, yo pensando que la primera casa sería la de mi impactante vecinita, salí antes que él en dirección a su casa jajaja. Lamentablemente no eran los planes de mi padre iniciar por ahí, por lo que me llamó para que le siga.
Luego de recorrer varias casas y conocer muchas personas agradables y vecinitas muy hermosas (ahí comprendí que era un pueblo de chicas bellas en extremo), por fin llegó el turno de esa linda trigueña. Entramos a su casa y comencé a ver fotos de ella por todos lados, wao que bello su pelo, como me gustaba: largo, negro y suelto. La llamaron para presentarnos y yo tan nervioso, casi me trago la lengua al decir mi nombre. Ella estrechó su mano y dijo el suyo: Erika. Me dio de todo en ese momento, pero traté de controlarme. No pude decir muchas cosas, pero sus padres me invitaron a pasar tiempo con ellos en la casa cuando mi papa este trabajando. Yo de inmediato accedí muy contento y loco porque mi papa se vaya a trabajar.
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Pasaron varios días y comencé a enamorarme de esta chica tan bella. Le hablaba a cada oportunidad que tenía, aunque no le expresé lo que sentía ella podía verlo, creo que hasta sus padres… era muy obvio.
Llego el día de regresar a Santo Domingo y pues no tuve la oportunidad de despedirme de ella, sin embargo, le deje una carta y un chocolate escondido en un lugar de la casa. El día que me iba logre llamarla por teléfono y decirle que busque ahí y que lea lo que le deje. En la carta le explicaba con mis torpes palabras lo que sentía y que seguiría en contacto con ella. Como es de entender no tenia dinero para absolutamente nada y mi única manera de contactarla era enviarle una carta con mi papá los fines de semana. Eventualmente ella comenzó a responder mis cortas expresiones de amor. Lamentablemente esto no duró mucho tiempo y al final perdimos contacto (ya que a mi padre lo enviaron para Hato Mayor, otra ciudad en la zona este del pais). Sin embargo, no sería para siempre.
Unos meses luego, mi papa nos invito a toda la familia para Constanza y fue cuando mis ojos se iluminaron. Al llegar con lo primero que me encuentro es con esta hermosa sonrisa y unos brazos bien abiertos, sin embargo, no era para saludarme a mi, era a otra persona que estaba por los alrededores. Me di cuenta que ya mi pequeña princesita ya tenía fuertes pretendientes, los cuales tenían la ventaja territorial. Intente hacer todo lo posible por llamar su atención, pero todo fue en vano. Quise hablarle en varios momentos sobre nosotros, pero no fue posible. Le regalaba chocolates y le dejaba cartas en nuestro lugar secreto de la casa. Sin embargo, a veces tardaba días en buscarlos. Ese viaje me devastó, tenia 13 años y como entenderán acababa de entrar en la adolescencia. Vaya época tan dura. Llegó el día de irme y preferí no despedirme. Simplemente me fui. Recuerdo haber durado alrededor de un año que cada vez que le recordaba se me salían las lágrimas del dolor que me dejo esa experiencia.
Tardé dos años para olvidarlo, y fue justo cuando mi madre nos reunió a todos y nos dijo: Nos vamos a mudar para Constanza, su padre lo trasladaron nuevamente y ahora iremos a vivir con el para allá.
